viernes, 24 de enero de 2014

LA VILLA DEL LIBRO DE URUEÑA.


Hace quince años, un amigo vallisoletano Miguel Angel, que trabajaba junto con Juan Carlos Blanco, en el estudio del lobo ibérico, mediante el seguimiento de ejemplares radiomarcados, nos acompañó por los montes Torozos, para seguir y observar varios ejemplares de lobo ibérico. Como guinda del pastel, nos enseño el pueblo de Urueña. Recorrimos sus murallas y pude visitar con asombro la Fundación Joaquín Díaz . Al salir pasamos por la librería Alcaraban. Disfrute un montón de aquella primera visita. Quién me iba a decir a mí lo que influiría aquella mágica villa  a lo largo de   mi vida.

Al pasar de los años, en el diario El Pais, vi un pequeño anuncio sobre la Primera Villa del Libro en España. Se localizaba en Urueña. Guarde aquel recorte con el fin de poder revisitar aquel nuevo experimento cultural. Mi sorpresa fue mayúscula.

Urueña desde el aire
Encontre un pueblo  cambiado, restarurado en buena parte pero que mantenia las asencias de Castilla.  Para no aburrirse, además de la Fundación Joaquín Díaz, encontré el Museo de las campanas, el Museo de los Instrumentos de Jesús Delgado y el centro e-lea Miguel Delibes,  donde se organizán cursos, y hay una exposición permanente sobre el mundo del libro y la lectura.

Para los amantes de los libros, este pueblo es una joya. Librerias de cuentos, de medio natural y etnografía, librerías de libro antiguo y segunda mano.., junto a  encuadernadores, caligrafos, diseñadores viviendo en la misma ciudad. Bien es verdad que muchas veces, podemos pasear y encontrar parte de las librerías cerradas o no observar mayor vida que en otros pueblos castellanos. Pero es normal, no van a estar abiertos todos los días del año, sin casi público en el invierno. Hay que entenderlo.
Uno de los mejores planes que uno se puede imaginar para viajar por nuestra España interior es visitar la Villa de Urueña y su comarca.



Su situación es inmejorable para pasar una semana de naturaleza y cultura. A tan solo medía hora de Valladolid, de Tordesillas, de Toro  y de Medina del Campo. Además a pocos kilómetros se encuentra el monasterio de la Santa Espina. Podeís planearos un mágnifico viaje si seguis los pasos marcados en la Guía La Senda de los Beatos. Además en los Montes Torozos, podemos encontrar áreas de encinar y roble, bastante bien conservadas donde aún se observan en abundancia jabali, corzo e incluso lobo.


La propia Villa es una delicia,  casí todas las casas han sido bien restauradas y sus murallas se levantan altivas justo en el borde de los Montes Torozos. Al atardecer veraniego, aprovechando la fresca, algunos vecinos suben hasta sus murallas, realizando sus  pequelas tertulías donde aprovechar la ligera brisa que asciende desde el Valle. Ver atardecer desde la puerta Oeste de la Muralla, no tiene precio.




domingo, 19 de enero de 2014

El MASTIN, LOS PASTORES Y EL LOBO.








Buenas

Revisando archivos antiguos, he encontrado este vídeo de hace 8 años. Donde se resume el trabajo que llevamos realizando en Picos desde hace quince años. En pueblos donde la recuperación del lobo ha traído muchos problemas de conservación para otras especies por el uso de venenos. La reintroducción de mastines  para cuidar los ganados, ha ayudado a los ganaderos y ha evitado el uso de venenos en el monte.

 Espero que os guste.




jueves, 16 de enero de 2014

MITOLOGIA DE CANTABRIA


Quería compartir con vosotros algunos capítulos de un libro que acabamos de editar, y que yo , inconsciente de mí, me atreví a escribir, con el fin de divulgar una parte de nuestro patrimonio cultural.  Aunque lo mejor de todo son las ilustraciones de Montse Rubio.


SERES DE LA MITOLOGÍA CÁNTABRA
Empezamos con el PRÓLOGO

Mucha gente ya no cree en los seres y estares que nos acompañan día a día. Al migrar a las ciudades y dejar de ser paisanos -habitantes del paisaje-, dejamos en el campo una parte importante de nuestras creencias como pueblo. A la mayoría de los urbanos, los mitos ya nos suenan simplemente a cuentos infantiles, supersticiones antiguas y chifladuras de escaso interés.
Creo que tenemos que recuperar ese espíritu crédulo y recordar, cada uno, ese momento mágico que todos hemos vivido y que se escapa a la lógica; ese golpe de buena o mala suerte que siempre guardamos en nuestro corazón.
Casi todos los personajes que aquí presentamos tienen la capacidad de volverse invisibles o de camuflarse con gran facilidad, por lo que es muy posible que nos hayamos tropezado con ellos, alguna que otra vez, sin percatarnos. Para convenceros explicaré una serie de pequeñas vivencias propias o cercanas.
Yo mismo, sin llegar a ver al duende que lo provocó -seguramente por tornarse invisible- me llevé un gran susto al ver cómo se movía la tapa de una olla por el fogón de casa. A mis doce años, me quedé impávido y rápidamente salté de la mesa para levantar la tapa, lógicamente sin resultado positivo. Pero, ¿qué otra explicación podía haber? Ese trasgo que movió la cacerola me sigue acompañando al día de hoy y hace desaparecer mis llaves del coche con una facilidad pasmosa. Entonces, pido ensimismado al duende que todo lo encuentra que las localice y en la inmensa mayoría de las veces aparece mi mujer con las llaves y tan campante me dice: “lo tuyo es un caso”. Es fácil que a muchos de vosotros os pase lo mismo.
De hecho, ¿quién no ha salido de casa consultando el parte meteorológico, con un sol radiante y en medio del camino no se ha visto sorprendido por un tormentón de tomo y lomo, acompañado con el correspondiente refrito de truenos y centellas? Sin duda, un Nubero cabreado encabalgaba esa granizada que nos cogió a todos desprevenidos.
Podría seguir así con miles de ejemplos y traer miles de personas que aun a día de hoy creen en males de ojo, en buenas o malas suertes, en brujas, en fantasmas, en duendes, en hadas buenas… Incluso cada cierto número de años –cuatro normalmente– creen que alguien vendrá y arreglará este desaguisado.
La mitología, como otras muchas partes de nuestra cultura popular, tienen sentido mientras tienen un fin. Como veremos en este libro, todos los seres que describimos tienen o bien el fin de asustar o de tranquilizar a niños y a no tan niños, así como de explicar el porqué de sucesos que no tienen en apariencia explicación alguna.
Con esta modesta obra en el texto pero gran obra en la ilustración, los autores queremos aportar nuestro granito de arena para conservar un mundo insensato pero bello y simple.
 Si los adultos perdimos la capacidad de creer, queremos pedir al menos que sigamos trasmitiendo a nuestros hijos las bondades y miserias del mundo a través de estos seres encantados, que explican de forma muy amena y entendible para los infantes las diferencias entre lo que es correcto y perverso, siguiendo una estética cántabra pero una ética universal de lucha entre el bien y el mal.
Por último, quiero dar las gracias a los verdaderos artífices de este libro. Primero a las personas que siguen creyendo y trasmitiendo a sus hijos los mitos de cualquier país, y especialmente del nuestro, y sobre manera a las personas que han documentado la presencia de estos mitos en Cantabria: Adriano García Lomas, Manuel Llano, Jesús García Preciados, Jesús Herrán, Gustavo Cotera, Juan Carlos Cabria, Enrique González y Mercedes Cano.













viernes, 10 de enero de 2014

EL LOBO EN CANTABRIA

Os dejo aquí alguna reflexión sobre la gestión del lobo en Cantabria, pero creo que es un caso que bien se podría generalizar a toda España. Es un artículo de opinión que me pidieron en el Diario Montañes a raíz de la matanza de 9 lobos en Liebana

¡QUE VIENE EL LOBU!

Desde niño me asustaron con el lobo. Las historias de ese animal nos ponían los pelos de punta. Con los años, el primer artículo que publiqué en una revista universitaria trataba sobre ‘El lobo en Cantabria’. Posteriormente, en el inconcluso ‘Atlas de vertebrados de Cantabria’, intenté localizar alguna pareja por montes campurrianos o lebaniegos. Cuando comencé a trabajar como vigilante del Parque Nacional de los Picos de Europa, hice transectos para seguir su presencia en ese Espacio Natural. Ahora estoy preparando un libro sobre lo que ha significado el lobo en la cultura popular ibérica. Con esta «biografía lobera» quiero mostrar que estas líneas no son fruto de un momentáneo disgusto. El lobo ha sido, y es, una constante en mi vida.

Este mes pasado tuve la suerte de acompañar a varios criadores de mastines, ganaderos y expertos en lobos ibéricos en una visita a pueblos de los Picos de Europa, y aprovechamos para realizar entrevistas a los ganaderos que sufrían daños por la presencia de lobos.
Como siempre, los pastores se mostraron como personas hermanadas con la naturaleza. Sus posturas no eran extremas, ni pedían el exterminio del lobo. Su postura era lógica y pausada. No eran pastores analfabetos. Hablaban del lobo con pasión, con miedo, con respeto, pero, ante todo, con lógica.
Quiero aclarar que cuando hablo de ganaderos me refiero a los que viven en exclusiva o de manera principal de la ganadería. No doy ese título a esos vecinos de pueblos o ciudades que tienen ganado, pero se dedican una vez a la semana –como mucho– a visitarlo en los puertos o fincas.

Los ganaderos «a tiempo completo» tienen una postura ante el lobo mucho menos beligerante que las personas que tienen ganado como segunda actividad. Ven al lobo como competidor, pero entienden que, como sus antepasados, deben compartir el territorio con esa especie, controlándola, no exterminándola. Algunos hablaban de cazar ejemplares jóvenes conflictivos, otros de retirar cachorros y entregarlos a centros zoológicos.
Curiosamente, lo que acaba de pasar ahora con la eliminación de un grupo no conflictivo –con daños denunciados al ganado por 65 animales este año para una cabaña ganadera en este municipio de más de 6.000 animales –, puede traer un aumento espectacular de esos daños. El hueco que deja este grupo lo cubrirán ejemplares jóvenes inexpertos. Esta manada estable conocía su territorio al dedillo: cada paso de fauna, cada fuente de verano en la que beben los ungulados, cada lugar donde están los brotes tiernos de primavera que pastarán sus presas, cada espacio donde berrean los ciervos. Sabían hacer esperas para cazar animales silvestres, reduciendo los daños a las cabañas ganaderas.
Precisamente en los territorios que se quedan sin manadas estables es donde se concentra mayor número de ataques al ganado. En una manada no estable los ejemplares jóvenes se juntan en grupos divagantes a los que se añaden machos adultos errantes, sin territorio. Se asemejan a los chavales que salen de copas con el eterno soltero juerguista, que les guía en la noche y les enseña trucos malsanos. En Liébana llaman «lobadas» a los ataques de las manadas y a las salidas de juerga de nuestros jóvenes. Nos parecemos más de lo que pensamos.
Pero esta execrable matanza que acaba de tener lugar no es más que la punta del iceberg de lo que ocurre en el monte. Hoy en día, la escasa guardería de caza es incapaz de controlar a los cazadores. Es fácil esconder piezas en el monte y declarar la caza de un solo lobo o de seis jabalíes. Pero después aparecen, en el bar del pueblo o en fotos de internet, corzos, zorros, venados, y ¡nueve lobos!
Son los verdaderos cazadores quienes tienen que denunciar estas tropelías, y las declaraciones realizadas por el presidente de la Federación, Ignacio Valle, calificando de delincuentes a estos furtivos, no hacen más que dignificar su cargo y su afición. Sé de cuadrillas que regulan los desmanes de algún miembro, pero conozco otras que miran hacia otro lado.

Y tengo la sensación de que buena parte de la polémica viene potenciada por algunos cazadores. Al fin y al cabo se trata de imponer quién mata en el monte, porque el lobo es un competidor que les roba «sus» trofeos.
Desde hace años, los miembros de la Asociación Tudanca y el grupo ortros repartimos mastines entre los ganaderos. El triángulo que forman el pastor a tiempo completo, el lobo y el mastín es el único que permite conservar la naturaleza y asegurar el trabajo de los ganaderos extensivos. Los mastines no eliminan los daños, pero disminuyen su frecuencia y el número muertes por ataque. Quizá fuera una buena manera de ayudar al pastor pagarle el pienso de los perros, o sus seguros. No debe el ganadero ser el pagano de la demanda social por conservar al lobo.

Es curioso que los ganaderos se quejan más de las gestiones que tienen que realizar por los trámites administrativos que por los daños del lobo. Si un ganadero tiene la suerte de que le paguen el daño hecho a su cabaña, sabe que sólo le van a pagar eso. Si echa cuentas, se desespera. Porque por cada ataque pierde el animal y un par de días de papeleos, llamadas, idas y venidas. Así que muchas veces ni se molesta en denunciarlo.

El lobo, pues, debe ser controlado mediante un Plan de Gestión del Lobo, algo que no existe en nuestra región. La guardería y los agentes del Seprona deben ser apoyados en su labor de vigilancia. Y, lo más importante, los ganaderos tienen que recibir apoyo suficiente con ayudas indirectas a la protección de su ganado, la rapidez en la gestión de los daños y el control de los ejemplares lobunos problemáticos.
Nuestros políticos se lo deberían pensar. Ahora mismo en la página change.org, que aglutina las mayores peticiones sociales en internet, hay más de 80.000 firmas pidiendo que se deje de matar lobos en Cantabria. Muy mala imagen para una región que vende el turismo de naturaleza.