viernes, 10 de enero de 2014

EL LOBO EN CANTABRIA

Os dejo aquí alguna reflexión sobre la gestión del lobo en Cantabria, pero creo que es un caso que bien se podría generalizar a toda España. Es un artículo de opinión que me pidieron en el Diario Montañes a raíz de la matanza de 9 lobos en Liebana

¡QUE VIENE EL LOBU!

Desde niño me asustaron con el lobo. Las historias de ese animal nos ponían los pelos de punta. Con los años, el primer artículo que publiqué en una revista universitaria trataba sobre ‘El lobo en Cantabria’. Posteriormente, en el inconcluso ‘Atlas de vertebrados de Cantabria’, intenté localizar alguna pareja por montes campurrianos o lebaniegos. Cuando comencé a trabajar como vigilante del Parque Nacional de los Picos de Europa, hice transectos para seguir su presencia en ese Espacio Natural. Ahora estoy preparando un libro sobre lo que ha significado el lobo en la cultura popular ibérica. Con esta «biografía lobera» quiero mostrar que estas líneas no son fruto de un momentáneo disgusto. El lobo ha sido, y es, una constante en mi vida.

Este mes pasado tuve la suerte de acompañar a varios criadores de mastines, ganaderos y expertos en lobos ibéricos en una visita a pueblos de los Picos de Europa, y aprovechamos para realizar entrevistas a los ganaderos que sufrían daños por la presencia de lobos.
Como siempre, los pastores se mostraron como personas hermanadas con la naturaleza. Sus posturas no eran extremas, ni pedían el exterminio del lobo. Su postura era lógica y pausada. No eran pastores analfabetos. Hablaban del lobo con pasión, con miedo, con respeto, pero, ante todo, con lógica.
Quiero aclarar que cuando hablo de ganaderos me refiero a los que viven en exclusiva o de manera principal de la ganadería. No doy ese título a esos vecinos de pueblos o ciudades que tienen ganado, pero se dedican una vez a la semana –como mucho– a visitarlo en los puertos o fincas.

Los ganaderos «a tiempo completo» tienen una postura ante el lobo mucho menos beligerante que las personas que tienen ganado como segunda actividad. Ven al lobo como competidor, pero entienden que, como sus antepasados, deben compartir el territorio con esa especie, controlándola, no exterminándola. Algunos hablaban de cazar ejemplares jóvenes conflictivos, otros de retirar cachorros y entregarlos a centros zoológicos.
Curiosamente, lo que acaba de pasar ahora con la eliminación de un grupo no conflictivo –con daños denunciados al ganado por 65 animales este año para una cabaña ganadera en este municipio de más de 6.000 animales –, puede traer un aumento espectacular de esos daños. El hueco que deja este grupo lo cubrirán ejemplares jóvenes inexpertos. Esta manada estable conocía su territorio al dedillo: cada paso de fauna, cada fuente de verano en la que beben los ungulados, cada lugar donde están los brotes tiernos de primavera que pastarán sus presas, cada espacio donde berrean los ciervos. Sabían hacer esperas para cazar animales silvestres, reduciendo los daños a las cabañas ganaderas.
Precisamente en los territorios que se quedan sin manadas estables es donde se concentra mayor número de ataques al ganado. En una manada no estable los ejemplares jóvenes se juntan en grupos divagantes a los que se añaden machos adultos errantes, sin territorio. Se asemejan a los chavales que salen de copas con el eterno soltero juerguista, que les guía en la noche y les enseña trucos malsanos. En Liébana llaman «lobadas» a los ataques de las manadas y a las salidas de juerga de nuestros jóvenes. Nos parecemos más de lo que pensamos.
Pero esta execrable matanza que acaba de tener lugar no es más que la punta del iceberg de lo que ocurre en el monte. Hoy en día, la escasa guardería de caza es incapaz de controlar a los cazadores. Es fácil esconder piezas en el monte y declarar la caza de un solo lobo o de seis jabalíes. Pero después aparecen, en el bar del pueblo o en fotos de internet, corzos, zorros, venados, y ¡nueve lobos!
Son los verdaderos cazadores quienes tienen que denunciar estas tropelías, y las declaraciones realizadas por el presidente de la Federación, Ignacio Valle, calificando de delincuentes a estos furtivos, no hacen más que dignificar su cargo y su afición. Sé de cuadrillas que regulan los desmanes de algún miembro, pero conozco otras que miran hacia otro lado.

Y tengo la sensación de que buena parte de la polémica viene potenciada por algunos cazadores. Al fin y al cabo se trata de imponer quién mata en el monte, porque el lobo es un competidor que les roba «sus» trofeos.
Desde hace años, los miembros de la Asociación Tudanca y el grupo ortros repartimos mastines entre los ganaderos. El triángulo que forman el pastor a tiempo completo, el lobo y el mastín es el único que permite conservar la naturaleza y asegurar el trabajo de los ganaderos extensivos. Los mastines no eliminan los daños, pero disminuyen su frecuencia y el número muertes por ataque. Quizá fuera una buena manera de ayudar al pastor pagarle el pienso de los perros, o sus seguros. No debe el ganadero ser el pagano de la demanda social por conservar al lobo.

Es curioso que los ganaderos se quejan más de las gestiones que tienen que realizar por los trámites administrativos que por los daños del lobo. Si un ganadero tiene la suerte de que le paguen el daño hecho a su cabaña, sabe que sólo le van a pagar eso. Si echa cuentas, se desespera. Porque por cada ataque pierde el animal y un par de días de papeleos, llamadas, idas y venidas. Así que muchas veces ni se molesta en denunciarlo.

El lobo, pues, debe ser controlado mediante un Plan de Gestión del Lobo, algo que no existe en nuestra región. La guardería y los agentes del Seprona deben ser apoyados en su labor de vigilancia. Y, lo más importante, los ganaderos tienen que recibir apoyo suficiente con ayudas indirectas a la protección de su ganado, la rapidez en la gestión de los daños y el control de los ejemplares lobunos problemáticos.
Nuestros políticos se lo deberían pensar. Ahora mismo en la página change.org, que aglutina las mayores peticiones sociales en internet, hay más de 80.000 firmas pidiendo que se deje de matar lobos en Cantabria. Muy mala imagen para una región que vende el turismo de naturaleza.

7 comentarios:

  1. Me ha encantado leerlo, como lo has descrito y desde luego coincido contigo.

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  2. Muy interesante escrito desde un punto de vista muy objetivo.
    Lo único que echo en falta, desde mi absoluto desconocimiento, es que pienso que para los cazadores, el lobo, además de competidor, es trofeo, lo cual redobla su interés.

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  3. La verdad es que el lobo tiene mil matices. El que me comentas de trofeo es sin duda otro más. Tantos miles de años de convivencia nos ha regalado mil puntos de desavenencia y de coincidencia.

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  4. Me ha gustado mucho este entrada, razonada y con conocimiento del terreno. Lo voy a compartir en facebook, si no te importa.
    Saludos.

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  5. Enhorabuena por su blog. Desde Jaén, tierra de sierras de lobos y trashumancia, un cordial saludo de su nuevo lector.

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